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Created 08 March 2025

La relación entre las víctimas y los agresores suele estar marcada por un vínculo previo, que puede variar desde relaciones familiares—como padres, cuidadores u otros miembros ligados por lazos de sangre, matrimonio o acuerdos de custodia—hasta conocidos, incluyendo vecinos, amigos de la familia u otras personas con algún tipo de interacción previa con la víctima. Este vínculo puede dificultar la identificación temprana de la violencia, ya que en muchos casos las dinámicas de poder y control se desarrollan de manera sutil y progresiva. 

De manera similar, estas dinámicas se manifiestan en el contexto de las mujeres involucradas en organizaciones criminales. En numerosos casos, estas mujeres son reclutadas bajo coerción, ya sea mediante fuerza física, intimidación o presiones derivadas de su entorno social. Los vínculos emocionales, económicos o familiares con miembros de estas organizaciones pueden ser utilizados como herramientas de manipulación, limitando su capacidad de escapar o resistirse. Además, muchas enfrentan condiciones de vulnerabilidad que son explotadas por dichas organizaciones para garantizar su participación, ya sea como víctimas, ejecutoras o ambas, dependiendo de las circunstancias. 

Reconocer y abordar estas complejas relaciones es crucial para el desarrollo de políticas públicas y estrategias de intervención que, además de proteger a las víctimas, promuevan la reintegración y el empoderamiento de aquellas personas que han sido atrapadas en este ciclo de violencia y criminalidad.