COVID-19 EN LA VIDA DE LAS MUJERES: EMERGENCIA GLOBAL DE LOS CUIDADOS
Presentación
Alejandra Mora Mora
Secretaria Ejecutiva
Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) Organización de los Estados Americanos (OEA)
“No debería ponerse en valor que una mujer hipoteque su vida por encargarse del cuidado de un familiar dependiente, sino que es necesario combatir la brecha de género en los cuidados.” – Kate Millet
Desde la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) de la Organización de los Estados Americanos (OEA) lo hemos dicho con fuerza desde el primer día: La emergencia derivada del COVID-19 está provocando impactos especí cos sobre la vida de las mujeres, no sólo porque se están profundizando las desigualdades de género ya existentes, sino porque puede implicar retrocesos inadmisibles en cuanto a los derechos alcanza- dos. Si bien las medidas de con namiento buscan proteger la salud pública y evitar el colapso de los servicios de salud, su aplicación no es neutra desde el punto de vista de género. Así, el llamado a quedarse en casa ha incrementado la carga de trabajo relacionada con el cuidado y la atención a las personas, la que sigue recayendo en los hombros de las mujeres.
El con namiento destinado a luchar contra la crisis de salud devuelve a las personas al espacio de lo privado, haciendo que las esferas laborales (teletrabajo) y la educación (virtual), se sumen a la larga lista de actividades de cuidado preexistentes, e incidiendo en las viejas bases de desigualdad de género en tres ámbitos fundamentalmente, a sa- ber: el familiar, la vida laboral y la política social. Esta situación no es nueva para las mu- jeres: el #QuédateEnCasa lo hemos escuchado toda la vida, ya que ha sido la estrategia histórica e ideológica para reducirnos y mantenernos en la esfera de lo privado.
Cuando se asigna a las mujeres como únicas o principales responsables de las tareas domésticas y de cuidado, se imposibilita y se limita inmediatamente su inserción laboral remunerada; lo que además incrementa la desigualdad en general, porque se rebalsa a las personas dependientes como los niños, niñas y adolescentes, personas con disca- pacidad y adultas/os mayores. Esta situación es mayor cuando se da en el contexto de familias monomarentales (con jefatura de mujer), quienes representan cerca de la mitad de las familias en sectores urbanos populares de las grandes urbes latinoamericanas.
Partimos de la importancia que tienen los cuidados, sin los cuales esta sociedad no pue- de vivir ni producir y de la situación de que el uso del tiempo de las mujeres cayó en una inelasticidad que le impide seguir ampliándola para proveer más cuidados frente a la necesidad de las personas de recibir cuidados de calidad.
Hoy la CIM presenta y ofrece el documento COVID-19 en la vida de las mujeres: Emergencia global de los cuidados, en la búsqueda de hacer visible el rol de las mujeres en el cuidado de todas las personas y de analizar a fondo el impacto en sus vidas. Adicionalmente, este documento nos invita a preguntarnos: Si todas las personas hemos necesitado o nece- sitaremos cuidados en algún momento de nuestras vidas, ¿Por qué las mujeres son las principales responsables? ¿Dónde están los hombres? ¿Cuál es el rol del Estado?
A lo largo de estas líneas ponemos especial énfasis en la participación laboral de las mujeres y en sus derechos económicos, como parte esencial del desarrollo económico sostenible de los países, y como parte importante de nuestro trabajo de fortalecer el marco jurídico interamericano para dar visibilidad y valor al trabajo no remunerado de las mujeres. Desde el programa sobre los Derechos Económicos de las Mujeres para el Desarrollo Integral, la CIM busca identi car aquellas acciones y políticas públicas, tanto en etapas de con namiento y crisis, como a más largo plazo, para luchar contra las des- igualdades de género y promover la autonomía económica y efectiva participación de las mujeres en la vida productiva. En esta búsqueda, hemos identi cado que la redistribu- ción de los cuidados es un acelerador fundamental y que su abordaje es una precondi- ción necesaria para la igualdad de género y el pleno goce de los derechos de las mujeres.
Este nuevo documento se enmarca dentro de la batería de herramientas prácticas que publica la CIM, sobre la base de evidencias, para apoyar la labor de los Estados Miem- bros de la OEA para colocar las necesidades especí cas de las mujeres en los espacios gestión de la crisis, tales como los documentos de COVID-19 en la vida de las mujeres: Razones para reconocer los impactos diferenciados presenta información y argumentos sobre los impactos, retos y acciones para desarrollar políticas que respondan a las ne- cesidades diferenciadas de la población, enfocándose en los impactos de género y en las necesidades de las mujeres, particularmente de los grupos más vulnerables, y La violen- cia contra las mujeres frente a las medidas dirigidas a disminuir el contagio del COVID-19 que profundiza la situación de la violencia contra las mujeres y resalta las medidas adop- tadas por los Estados para enfrentarla.
Este nuevo texto es posible gracias a la alianza entre la CIM y EUROsociAL+1, con quienes hemos coincidido en la importancia de los cuidados, en la necesidad de ubicarla en el centro de la pandemia y post pandemia, y en que se reconozca su carácter estructural en
la vida de las mujeres que cuidan. Esta alianza contribuye también en la recuperación de las experiencias europeas y los modelos referenciales de las políticas implementa- das, considerando que su exposición al virus es anterior a la del continente americano, así como la sistematización de datos, acciones e ideas elaboradas por las consultoras Juliana Martinez Franzoni y Maud Ritz que constituyen parte de los insumos en este do- cumento.
Nuestra invitación es a realizar acciones y transformaciones para frenar la profundiza- ción de las desigualdades de género en la llamada nueva realidad, a través de medidas que tendrán efectos inmediatos y relevantes en la economía, ya que apuntan a gestionar y reconocer el talento humano de las mujeres e insertarlo en el crecimiento y desarrollo de los países. Solo desde una clara intervención, que requiere por supuesto voluntad política, un abordaje técnico de calidad para asegurar la implementación, así como la inclusión de acciones a rmativas en torno al cuidado, se logrará amortiguar las conse- cuencias individuales y colectivas del empobrecimiento de las mujeres.
La CIM, en alianza con EUROsociAL+, da cuenta de la ubicuidad, del valor y del aporte de los cuidados para que nunca más sean invisibles; para que nunca más sean una carga que sostengan principalmente las mujeres; para que nunca más sea subvalorado social y económicamente.
Presentación
Marie-Dominique de Suremain
Coordinadora del área de políticas de Igualdad de Género de EUROsociAL+ en Expertise France.
Francesco Maria Chiodi
Coordinador del área de Políticas Sociales de EUROsociAL+ en IILA.
EUROsociAL+ es un programa de la Unión Europea, que busca contribuir a la reducción de desigualdades, la mejora de la cohesión social en 19 países latinoamericanos, así como al fortalecimiento institucional. Desde hace más de 15 años, a través de este programa la Unión Europea apoya a los procesos de diseño, reforma e implementación de un amplio abanico de políticas públicas con impacto en la cohesión social. La orien- tación a la demanda que formulan los Gobiernos y el intercambio entre pares birre- gional y entre países de América Latina son dos principios cardinales de Eurosocial y que permiten una buena adaptación a las necesidades de cada país y sus instituciones, redes y órganos regionales.
En su tercer ciclo, este programa organiza sus acciones en tres macroáreas, esto es políticas de igualdad de género, gobernanza democrática y políticas sociales. No se trata de compartimentos estancos pues las políticas están interconectadas y lo que se busca desde las áreas es también promover las complementariedades y los cruces. Un ejemplo principal de ello atañe a las políticas de cuidado, que se abordan desde las áreas de po- líticas sociales (con una atención preminente al desarrollo de sistemas públicos, la aten- ción a la población dependiente, la calidad de los servicios, el trabajo decente, etc.) y de las políticas de igualdad de género, con un claro énfasis en las necesidades de proteger, promover y profesionalizar las trabajadoras del cuidado, a rmar la corresponsabilidad entre mujeres y hombres en las tareas de cuidado en los hogares y el reconocimiento del trabajo gratuito con condiciones de igualdad en el campo profesional.
En este marco de abordaje que intenta ser a 360o de una cuestión tan amplia y compleja se inserta el acompañamiento de Eurosocial a la CIM, apuntándose a identi car medidas y recomendaciones de políticas públicas con un enfoque integral de la perspectiva de género y una mirada al sostenimiento de los avances de la autonomía economía de las mujeres en la región.
La alianza Europa y América Latina en tema de cuidados es algo natural. Hay conver- gencia de valores y aspiraciones, pero también ambas regiones están enfrentadas a fenómenos que exigen una respuesta fuere y coherente en términos de inversiones en políticas públicas de cuidado. Lo que cambia son las intensidades o magnitudes de
estos fenómenos, pero las tendencias parecen las mismas a ambos lados del Océano. Las dos principales son el envejecimiento de la población y el avance (aún insu ciente) de los derechos de las mujeres, en todos los ámbitos. Otras tendencias importantes son el reconocimiento de los derechos de la infancia y de las personas con alguna dependencia (un logro bastante reciente) y, nalmente, la mayor incorporación de las mujeres en el mercado laboral. Estos avances están lejos de haber alcanzado un nivel aceptable pero junto a los otros fenómenos apuntados arriba colocan la cuestión de los cuidados en el centro de la agenda pública de ambas regiones, han trazado el mar- co de un diálogo sobre la expansión de una gran variedad de servicios prestados por instituciones públicas, privadas y comunitarias que se adaptan a las necesidades de cuidados y de las personas cuidadoras.
La variedad hace referencia no solamente a la amplitud, sino también a la convergencia de políticas sectoriales que conjuntamente están llamadas a generar respuestas. Y no podría ser de otra forma porque en la cuestión de los cuidados se evidencian interre- laciones que deben ser consideradas como tales. El ejemplo más notorio de ello es la dependencia del crecimiento de la autonomía económica de las mujeres, del aumento de la tasa femenina de empleo decente, el crecimiento de la igualdad salarial y laboral, los cuales a su vez se ven condicionados por el incremento de la cobertura y calidad de los servicios de cuidado, en un contexto además en el que ha de modi carse también el reparto de responsabilidades familiares entre hombres y mujeres con el acompaña- miento de medidas en el ámbito laboral que faciliten la integración de los hombres a la corresponsabilidad.
El camino por recorrer es muy largo todavía. Incluso donde pareciera haber avances incontestables se observan sombras. Ciclo tras ciclo, las encuestas de uso del tiempo en Europa muestran que los hombres entran, aunque lentamente, en la esfera del tra- bajo de cuidado no remunerado, pero aparecen nuevas divisiones. Los hombres ensan- chan levemente su trabajo gratuito, escogiendo prioritariamente las tareas más visibles y valoradas, como el acompañamiento a las actividades de ocio de los niños, y son más renuentes a asumir las tareas de limpieza, cuidado corporal de personas enfermas y an- cianos (que son mayoritariamente ancianas) o aquellas más repetitivas y consideradas como aburridas.
Hace unos meses, podíamos a rmar que desarrollar servicios remunerados profesiona- lizados era un reto global ineludible y que era impensable que las mujeres pudieran se- guir asumiendo todo el trabajo de los cuidados de forma gratuita. El progreso de los dere- chos de las mujeres, la educación, el mejoramiento de ingresos, la autonomía económica y política se percibían como evoluciones sociales imparables. Lo seguimos pensando, pero lo cierto es que la pandemia de la COVID-19 ha dado un fuerte golpe a esta visión.
Ciertamente la mortalidad femenina ha sido menor que la masculina, pero en el campo socioeconómico, la pandemia ha desvelado una realidad cruda. Nos ha mostrado que los retrocesos eran posibles, podían ser violentos, radicales y rápidos. Las mujeres euro- peas con nadas con marido e hijos tuvieron que asumir en su gran mayoría las tareas educativas, aunque las parejas más igualitarias y diversas pudieron vivir experiencias diferentes. Las cabezas de familias monoparentales (en su mayoría monomarentales) dejaron su trabajo, o sufrieron mayor estrés, las mujeres que tele-trabajaron disponían de menos espacio personal y privacidad que los hombres con iguales condiciones labo- rales. Aumentaron todas las desigualdades y violencias pre-existentes. Hasta las cientí- cas retrocedieron más que sus colegas hombres, en las publicaciones institucionales.
Estamos en agosto del 2020, y la nueva normalidad conlleva múltiples incógnitas, en la cual aún no hemos medido todas las consecuencias. Algunos meses de diferencia entre las medidas tomadas en cada lugar facilitan los marcos comparativos y permiten que los países puedan aprender recíprocamente. Pero hay una lección común: la COVID-19 ha supuesto una prueba fundamental de resiliencia para las sociedades, las economías y la gobernanza en todo el mundo. Para superar la crisis, hay que reforzar la resilien- cia de nuestras sociedades, y enfrentarse a este desafío signi ca poner la agenda de igualdad de género en el centro de los planes de recuperación. No como un eje más. La Unión Europea, a través de su programa EUROsociAL está en este camino. Nos respalda también la convicción de que el desafío es global y llama a una respuesta global. A una solidaridad internacional. En este esfuerzo, podemos también contar con el apoyo de so- cios estratégicos. Por ello nos alegra la colaboración con la CIM. Quizás más que nunca, está claro que la respuesta debe pasar por el multilateralismo. Requiere la articulación de esfuerzos, el apoyo mutuo y la acción colectiva internacional. Nuestras dos regiones se pueden ayudar mutualmente. Para que todos y todas, de la mano, consigamos reconstruir mejor y no dejar a nadie atrás.
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